“ Por Real resolución de S.M. publicada y mandada cumplir en
el Consejo el 21 de Marzo, se ha concedido a la villa de Villanueva de la
Fuente licencia y facultad para el establecimiento de una feria perpetua, en el
sitio de la ermita de nuestra Señora de los Desamparados, por término de 4
días, desde primero de Septiembre de cada año; entendiéndose sin perjuicio de
la exacción de los Reales Derechos.”
( Publicado en: MERCURIO HISTÓRICO Y POLÍTICO. ABRIL 1797 )
Otro motivo para estar de fiesta es que ya había terminado la siega y el trigo estaba en el granero, que serviría para tener pan y harina durante el largo invierno y para poder pagar las deudas contraídas a lo largo del año, ya que muchas de ellas se pagaban en especie.
Del mismo modo se podría comprar en la feria todo aquello que no se vendía en el pueblo: cacharros, herramientas, calzado y , sobre todo, las joyas para las novias que se casarían a lo largo del próximo año.
También la feria servía de diversión: las famosas "barcas" de las que tanto hablan nuestros padres, el circo y el teatro del que se disfrutaba aquellos días.
Y de manera muy especial la llegada al pueblo de Nuestra Señora de los Desamparados para pasar una temporada con nosotros y poder ir a visitarla todos los días a darle gracias o pedirle favores.
He aquí un documento que plasma como se vivía la feria hace 50 años
He aquí un documento que plasma como se vivía la feria hace 50 años
La feria de mi
pueblo
Villanueva de la Fuente (mi pueblo de
nacimiento) tuvo una feria de ganado famosa en toda España. Digo “tuvo” porque
ya no es una tenue sombra de lo que antes fue y su esplendor pertenece al
pasado. Las circunstancias han cambiado y, con ellas, todo lo demás. Su origen,
empleando una frase hecha, “se pierde en la noche de los tiempos”. El caso es
que tuvo muchos años de auge y prosperidad, pero que en estos últimos ha caído
vertiginosamente y el tiempo se la ha llevado.
Ya en mi infancia y en mi juventud aquello
era un verdadero hervidero humano. Las “eras” se llenaban totalmente de ganado
vacuno, caballos, mular, de cerda… dispuestas para la compra-venta. A este
espacio ocupado se le ha llamado “cuerda”. No he podido averiguar el por qué de
este nombre. Allí carruajes de todas clases y algún automóvil de los
“señoritos”, sombrajes, tiendas de campaña y el típico “pisto con pajas” (que
le suministraba las ventiscas), amén de los muchos bares hechos por cuatro
palos y unas esteras en la cubierta y en los laterales. En su interior una
vieja “tarima” y unas desvencijadas sillas para sentarse y beber largamente los
que habían efectuado un trato o estaba en camino de efectuarlo.
La feria duraba del 1 al 3 de septiembre.
El primero era de “ver y tantear”. En los otros dos se verificaban las
transacciones. Mucha palabrería entre compradores y vendedores, abundantes
intermediarios profesionales, apretones de manos, carteras visibles, billetes
“en señal”, guías, mentiras y más mentiras, y todo aquello que llevan consigo
los tratos, sobre todo cuando han se ser rápidos. Aquello era una verdadera
vorágine de palabras, y movimiento.
De los sitios más dispares de nuestra
geografía acudían compradores y vendedores, donde encontraban lo que
necesitaban para sus negocios o para “arreglarse”.
Eran dignas de ver las “muletadas” de
señores ricos con su tienda de campaña, sus varas largas y sus trajes frescos y
distinguidos. Los “chalanes” con sus blusas negras y los gitanos con su típico
desaliño y su camisas por fuera. Las gitanas con sus vestido de lunares y los
“churumbeles” modelo de suciedad…La estampa de aquel enjambre humano era de una
vistosidad y colorido indescriptibles. En el interior del pueblo puestos de
melones y sandías de Tomelloso; churreros y navajeros de Albacete, almendreros
de Hellín, vendedores de mantas de Alcoy, charlatanes con relojes y baratijas
(y su imprescindible “mono” obligando a pararse), retratistas con sus caballos
de cartón y sus telones de toreros… Y luego, guarnicioneros, alabarqueros,
garroteros, zapateros, caldereros, gorreros, bisuteros, puestos de juguetes
variados… Muchas atracciones, tales como caballitos, toboganes, norias, barcos,
columpios, etc., etc. Teatros, circo, prestidigitación y todo aquello que es
propio de una feria donde hay una extraordinaria afluencia de gentes de toda
clase y condición. No faltaba echadores de cartas y buenaventuras, rateros,
mendigos profesionales, pícaros, vividores…Una calle. Llena totalmente de
puestos de feriantes, se le denomina, desde los más antiguos tiempos, calle de
la Feria; no se podía transitar en algunos momentos.
Cada familia de los pueblos cercanos
hacían la compra de lo necesario para su hogar o para sus trabajos y no
olvidaban, como último requisito, comprar las almendras, el turrón y los juguetes
para sus hijos y familiares.
El agua abundante, la fecha adecuada y la
hidalguía de los nativos eran las causas determinantes de aquella concurrencia
anual. Los aguadores y panaderos hacían su agosto aquellos días. Aún parece que
resuenan en mi oído los pregones de las mujeres gritando, entre aquella
algarabía, “al buen pan de candeal”; o los aguadores: “al agua fresquita”.
Son tantas las cosas, tantos los detalles
que habría que explicar que alargaría mucho esta descripción. Quizá haya
omitido alguna cosa importante de consignar para dar idea completa de mi
propósito.
De todo lo de entonces no queda “casi”
nada. El tiempo la tiene en agonía y en trance de muerte inevitable. Se la ha
llevado, como se lo lleva todo.
Solo ha quedado en recuerdo y nostalgia de
unos tiempos dichosos, que quedaron muy atrás, y que ya no volverán.
LANZA,
1 de Septiembre de 1967, pág. 7.
Por Venor. (José Vicente Ventoso Ortiz)
Por Venor. (José Vicente Ventoso Ortiz)